lunes, 15 de agosto de 2005

Tenemos un presidente


Tenemos un presidente
que, con sabias decisiones,
toma y ejecuta acciones
con resultado excelente.
Si al hablar es elocuente
como orador exquisito,
demuestra ser erudito
en sus actos de gobierno:
Ejecutivo, moderno,
eficiente y expedito.

En la semana pasada,
como quien nos da un ejemplo,
hizo de Palacio un templo
de fe y lealtad probada.
Fue audaz en una jugada
política muy precisa
y apostando su camisa
(por decirlo “en coloquial”)
hizo un enroque mortal
con gran talento y sin prisa.

Viendo cómo el panorama
del momento se movía
decidió que le exigía
la circunstancia un buen drama.
Descifrando el criptograma
azul de la actualidad,
pudo encontrar la verdad
que buscaba con angustia
y así revivió la mustia
flor de la fidelidad.

Fue entonces que la brillante
mente del gobernador
propuso al embajador
en la cartera vacante.
El ministro renunciante
se iba nombrado a Ginebra
y entonces, como quien quiebra,
la invernal monotonía
el mandatario en un día
se enredó como culebra.

Llamó directo a Madrid
a su aliado más honesto
y, sin más, le ofreció el puesto
por valiente y adalid.
¿Fue estratagema? ¿Fue ardid?
¿Fue idea brillante o loca?
¿Fue por defender la coca?
(¡la Sagrada!, malicioso)
¿Fue porque algún ambicioso
se fue de lengua o de boca?

Nada se sabe, ¡qué incierto!,
pero Fernando llegó,
vistió elegante y juró
el jueves como un experto.
Pero el niño nació muerto,
sin número y sin registro,
se le cortó el suministro
de oxígeno de inmediato
y renunció sin recato,
ni duda, el Primer Ministro.

¿Fue traición? ¿Fue alevosía?
¿Fue la vieja dictadura?
¿Fue maniobra vil y oscura
que la corrupción urdía?
¿Fue la respuesta sombría
de un sujeto sin bandera?
¿Fue miserable y artera
acción de un hombre sin casta?
¿Fue el colmo de la subasta
de una puja bananera?

No lo sé, pero lo cierto
es que si Carlos se va
todo el Gabinete está
renunciando en el entuerto.
Así es la ley, ya lo advierto,
"en renunciado" el Premier
se van donde su mujer
los ministros y hay denuncia
congresal si no renuncia
alguno por no querer.

Así que se fueron todos,
incluyéndolo a Fernando
(que llegó de contrabando
y empujando con los codos).
No hubo tiempo de acomodos
de charlas ni de demoras;
como las locomotoras
que marchan para volver
el hombre fue Canciller
cuatro limpias, largas horas.

Igual hizo pataleta,
igual "te doy y te quito",
igual invocó al bendito
en mitad de su rabieta.
Se vistió de anacoreta,
se rasgó las vestiduras,
habló de "fuerzas oscuras"
y de confabulaciones;
todas sus declaraciones
fueron barro y conjeturas.

¿Es Fernando el anticristo
o es víctima del sistema?
¿Tiene razón su anatema
o es un insulto imprevisto?
¿Se encuentra el gobierno listo
para gobernar sin él?
¿Es bastón y andarivel
de esta joven democracia
o es "mala leche" y desgracia
tartamuda, torpe y cruel?

¿Es Carlos un estadista
o es poco menos que un judas?
¿Su proceder siembra dudas
o es puro como un budista?
¿Es simplemente un artista
de la política ciega
o es un incendio que llega
con su lengua viperina
a revolver la cortina
cuando sabe que no juega?

¿Es Alejandro el futuro
grande de nuestra nación
o es una mala elección
del temor y del apuro?
¿Es el hombre gris y oscuro
de burdel, whisky y jarana,
o es el mestizo que hermana
todas las razas en él,
el Inkarri, el timonel
de nuestra patria peruana?

"¿Cómo será?", dice un pillo,
"soy su hermano y no sé nada";
en la combi estacionada
todos "paguen con sencillo".
Si callo, soy amarillo;
si hablo mucho, pues soy rojo;
si entre los perros me arrojo
voy a salir magullado
y si me quedo callado,
pues voy a perder un ojo.

En fin, que el pueblo decida
o decida el presidente;
los Apus, con tanta gente,
van a exigir más comida.
¿Va la batalla perdida?,
¿quién sigue en la lista?, ¿tú?
Sin vergüenza ni tabú
publicó la presidencia:
"Se requiere con urgencia
Ministros para el Perú".