Vive en paz, feliz, sereno,
no te estreses, que hace mal,
evita azúcar y sal,
come brócoli, que es bueno.
No te metas en terreno
pantanoso, los problemas
ocasionan efisemas;
no comas pollo a la brasa,
camina, deja la grasa
y pide huevos sin yemas.
Ten cuidado con el viento,
con la lluvia, con el sol,
con el exceso de alcohol,
de trabajo o sufrimiento.
La pena arruina el momento
de la presión cardíaca
y si la ansiedad te ataca
o el insomnio te acuchilla,
toma boldo y manzanilla
(¡ya no más leche de vaca!).
Come papilla de avena,
ríe, respira profundo,
no te agites, en el mundo
gritar no vale la pena.
Practica yoga, encadena
la furia y su porquería,
muerde, feliz, cada día,
dos manzanas, verde y roja,
(mantienen la boca floja
y al doctor en lejanía).
Si sufres de hipertensión,
colesterol o diabetes,
no fumes (y nunca retes
la sed de la depresión).
Si tienes indigestión,
come frutas y verduras,
huye de calles oscuras,
ahorra, compra un seguro,
no le temas al futuro
y haz un par de travesuras.
Duerme diez horas seguidas
no madrugues, no trasnoches,
ignora quejas, reproches
y pensamientos suicidas.
No lleves nunca dos vidas
(con una ya es demasiado),
regálate algún pecado,
no juzgues, no te condenes,
comparte camas y trenes,
¡lanza, alguna vez, el dado!
Si nada de esto te ayuda
y estás con dolor de pecho,
tu futuro se hace estrecho
y la piel se queda muda.
Si llega, tierna y desnuda,
para llevarte, la Parca,
no te lamentes y marca
dos o tres buenas memorias
que contarán tus historias
cuando te arrastre la barca.
Y eso es todo. Vive a diario
con el fuego y la pasión
de esa última función
sobre este azul escenario.
Sé simple o extraordinario
(que el carbón guarda un diamante),
ten un corazón gigante
que estalle como una estrella
la tarde infalible aquella
cuando llegue el elefante.