Regresa el Entrometido
con su décima espinela
para encender la candela,
para incendiar el sonido.
Como el pueblo ha decidido,
como Juan eligió así,
en la obligación me vi
de decir la verdad mía
y al presidente García
esta carta le escribí:
Estimado Presidente,
ciudadano Alan García,
le escribo esta poesía
sincera y humildemente.
No soy mago ni vidente,
ni político ni juez,
le pido en la sencillez
de un verso simple y sincero,
no le falle, compañero,
a su país otra vez.
No se rodee de pillos,
sinvergüenzas ni ladrones,
ni caiga en las tentaciones
del oro y de los colmillos.
No convierta en conventillos
ministerios y despachos,
recuérdele a sus muchachos
que el poder no es un trofeo
y no cometa himeneo
con vagos ni mamarrachos.
El Estado no es pastel
que pueda ser repartido
entre miembros del Partido
y uno que otro coronel.
Debe usted ser timonel
que dirija nuestro barco
lejos del fango, del charco,
lejos de tanta inmundicia,
con valor y con justicia,
humilde, modesto y parco.
Ser el Primer Mandatario
no es ser el que manda a todos
es ser quien busca los modos
de ser noble y solidario.
Enseñe el abecedario
básico de la moral:
quien roba y miente está mal,
quien traiciona es un cretino,
quien mata es un asesino,
quien delinque un criminal.
Aplique la ley que leyes
sobran en nuestra República,
denuncie de forma pública
a buitres, ratas y bueyes.
No acepte que existan reyes
que especulen con las cosas,
que las almas ambiciosas,
miserables y pequeñas,
no encuentren marcas ni señas
para sentirse orgullosas.
Que sus Ministros de Estado
sean honestos y fieles
y que en todos los cuarteles
la verdad sea un soldado.
Que sea el pueblo un aliado
íntegro, noble y completo,
que sabio y analfabeto
sean juzgados iguales
por las leyes naturales
de la bondad y el respeto.
Que nadie robe, señor,
que no cobren comisiones
que no construyan mansiones
con el oro del traidor.
Que no triunfe el impostor,
que no se imponga el más fuerte,
que el pueblo no se despierte
avergonzado de usted,
que no se teja la red
de la infamia, de la muerte.
Maneje la economía
con quien sepa su trabajo,
no confisque en un relajo
nuestro pan de cada día.
Recuerde que todavía
recordamos la inflación,
la crisis, la destrucción,
los abusos y las colas,
las bombas y las pistolas
que arrasaron la nación.
Combata la delincuencia,
la vulgar y la de cuello,
haga tocar a degüello
el clarín de su advertencia.
Muestre ninguna paciencia
con quien roba, con quien mata.
Persiga a cualquier pirata
sin mirarle la etiqueta,
al ladrón de camiseta
y al criminal de corbata.
No ceda a las pretensiones
del partido y del carnet
no convierta en cabaret
museos e instituciones.
Aprenda de las lecciones
de su desastre anterior,
busque siempre lo mejor
para el pueblo que gobierna
y no convierta en taberna
todo nuestro alrededor.
No más bombas, no más guerra,
no más hiperinflación,
no más burda corrupción,
no más terror en la sierra.
Si su memoria se aferra
a los juicios de la historia
que recuerde su memoria
la sangre del terrorismo,
los pecados del aprismo
la sed de su vanagloria.
Nos dicen que ha madurado,
que es usted un estadista,
que su conciencia está lista
para ser bueno y honrado.
Dicen que el electorado,
esta vez, escogió bien,
perdone que sea quien
escriba con desconfianza
pero es mucha la tardanza
con la que viene su tren.
Hay un pueblo descontento
que está esperando de usted
agua que alivie su sed,
pan para su cuerpo hambriento.
No alimente el desaliento,
no fustigue la impaciencia,
no mancille la inocencia,
no repita lo pasado,
que tienta al desesperado
el manjar de la violencia.
El pueblo no es insensato
pero si se desespera
puede arder como una hoguera
contra el robo y el maltrato.
Le ruego, no sea ingrato
con quien le ha dado su fe;
si es la gente su porqué,
si es la patria su razón,
presida nuestra nación
sin tropiezos ni traspié.
Gobernar es muy sencillo
mientras usted tenga claro
que ni el ladrón ni el avaro
tocarán nuestro bolsillo.
Haga llevar al banquillo
del juez a los delincuentes,
luche con uñas y dientes
por la ley y la justicia
y destierre la inmundicia
de chacales y serpientes.
Invierta en educación
que los pueblos educados
forjan mejores estados
y hacen grande a su nación.
Después de cada lección
los muchachos de la escuela
se encienden como la vela
que alumbra nuestro futuro
y llega quemando el muro
del atraso en su candela.
Nadie espera que en cien días
cambie el curso de la historia
sabemos que la victoria
cuesta largas agonías.
Castigue las felonías,
sea justo y compasivo,
no entregue ningún motivo
que alimente la sospecha
y comparta la cosecha
sereno y equitativo.
Si actúa con honradez,
con valor y con decencia.
cantaré sin reticencia
su grandeza y brillantez.
Pero si con altivez,
con descaro y con malicia,
con su gobierno se inicia
la barbarie nuevamente
habré de salirle al frente
a combatir su estulticia.
Nada más (y nada menos)
hasta aquí llega mi canto
que es consuelo para el llanto
y abrigo para los buenos.
Para los malos son truenos
mis versos y está advertido
que si gobierna un bandido
la palabra será un sable
para marcar al culpable.
Adiós. El Entrometido.
con su décima espinela
para encender la candela,
para incendiar el sonido.
Como el pueblo ha decidido,
como Juan eligió así,
en la obligación me vi
de decir la verdad mía
y al presidente García
esta carta le escribí:
Estimado Presidente,
ciudadano Alan García,
le escribo esta poesía
sincera y humildemente.
No soy mago ni vidente,
ni político ni juez,
le pido en la sencillez
de un verso simple y sincero,
no le falle, compañero,
a su país otra vez.
No se rodee de pillos,
sinvergüenzas ni ladrones,
ni caiga en las tentaciones
del oro y de los colmillos.
No convierta en conventillos
ministerios y despachos,
recuérdele a sus muchachos
que el poder no es un trofeo
y no cometa himeneo
con vagos ni mamarrachos.
El Estado no es pastel
que pueda ser repartido
entre miembros del Partido
y uno que otro coronel.
Debe usted ser timonel
que dirija nuestro barco
lejos del fango, del charco,
lejos de tanta inmundicia,
con valor y con justicia,
humilde, modesto y parco.
Ser el Primer Mandatario
no es ser el que manda a todos
es ser quien busca los modos
de ser noble y solidario.
Enseñe el abecedario
básico de la moral:
quien roba y miente está mal,
quien traiciona es un cretino,
quien mata es un asesino,
quien delinque un criminal.
Aplique la ley que leyes
sobran en nuestra República,
denuncie de forma pública
a buitres, ratas y bueyes.
No acepte que existan reyes
que especulen con las cosas,
que las almas ambiciosas,
miserables y pequeñas,
no encuentren marcas ni señas
para sentirse orgullosas.
Que sus Ministros de Estado
sean honestos y fieles
y que en todos los cuarteles
la verdad sea un soldado.
Que sea el pueblo un aliado
íntegro, noble y completo,
que sabio y analfabeto
sean juzgados iguales
por las leyes naturales
de la bondad y el respeto.
Que nadie robe, señor,
que no cobren comisiones
que no construyan mansiones
con el oro del traidor.
Que no triunfe el impostor,
que no se imponga el más fuerte,
que el pueblo no se despierte
avergonzado de usted,
que no se teja la red
de la infamia, de la muerte.
Maneje la economía
con quien sepa su trabajo,
no confisque en un relajo
nuestro pan de cada día.
Recuerde que todavía
recordamos la inflación,
la crisis, la destrucción,
los abusos y las colas,
las bombas y las pistolas
que arrasaron la nación.
Combata la delincuencia,
la vulgar y la de cuello,
haga tocar a degüello
el clarín de su advertencia.
Muestre ninguna paciencia
con quien roba, con quien mata.
Persiga a cualquier pirata
sin mirarle la etiqueta,
al ladrón de camiseta
y al criminal de corbata.
No ceda a las pretensiones
del partido y del carnet
no convierta en cabaret
museos e instituciones.
Aprenda de las lecciones
de su desastre anterior,
busque siempre lo mejor
para el pueblo que gobierna
y no convierta en taberna
todo nuestro alrededor.
No más bombas, no más guerra,
no más hiperinflación,
no más burda corrupción,
no más terror en la sierra.
Si su memoria se aferra
a los juicios de la historia
que recuerde su memoria
la sangre del terrorismo,
los pecados del aprismo
la sed de su vanagloria.
Nos dicen que ha madurado,
que es usted un estadista,
que su conciencia está lista
para ser bueno y honrado.
Dicen que el electorado,
esta vez, escogió bien,
perdone que sea quien
escriba con desconfianza
pero es mucha la tardanza
con la que viene su tren.
Hay un pueblo descontento
que está esperando de usted
agua que alivie su sed,
pan para su cuerpo hambriento.
No alimente el desaliento,
no fustigue la impaciencia,
no mancille la inocencia,
no repita lo pasado,
que tienta al desesperado
el manjar de la violencia.
El pueblo no es insensato
pero si se desespera
puede arder como una hoguera
contra el robo y el maltrato.
Le ruego, no sea ingrato
con quien le ha dado su fe;
si es la gente su porqué,
si es la patria su razón,
presida nuestra nación
sin tropiezos ni traspié.
Gobernar es muy sencillo
mientras usted tenga claro
que ni el ladrón ni el avaro
tocarán nuestro bolsillo.
Haga llevar al banquillo
del juez a los delincuentes,
luche con uñas y dientes
por la ley y la justicia
y destierre la inmundicia
de chacales y serpientes.
Invierta en educación
que los pueblos educados
forjan mejores estados
y hacen grande a su nación.
Después de cada lección
los muchachos de la escuela
se encienden como la vela
que alumbra nuestro futuro
y llega quemando el muro
del atraso en su candela.
Nadie espera que en cien días
cambie el curso de la historia
sabemos que la victoria
cuesta largas agonías.
Castigue las felonías,
sea justo y compasivo,
no entregue ningún motivo
que alimente la sospecha
y comparta la cosecha
sereno y equitativo.
Si actúa con honradez,
con valor y con decencia.
cantaré sin reticencia
su grandeza y brillantez.
Pero si con altivez,
con descaro y con malicia,
con su gobierno se inicia
la barbarie nuevamente
habré de salirle al frente
a combatir su estulticia.
Nada más (y nada menos)
hasta aquí llega mi canto
que es consuelo para el llanto
y abrigo para los buenos.
Para los malos son truenos
mis versos y está advertido
que si gobierna un bandido
la palabra será un sable
para marcar al culpable.
Adiós. El Entrometido.