Redonda historia de amor

Fiel a su rey y, no obstante,
más fiel y más dedicado
fue a su reina. Buen soldado,
gran caballero y amante.
Su relación fue humillante
para Arturo, y el inicio
del fin. Condenada en juicio
fue salvada. En un convento
buscó paz. No hay sentimiento
más noble que el sacrificio.

Tristánica historia de amor

Isolda, novia de un rey,
se enamora —¡qué candor!—
de Tristán, su cuidador
(¡sobrino del jefe, guey!).
El monarca da su ley:
Ella, perdón; él, exilio.
Lejos enferma y auxilio
pide. Las velas oscuras.
¡Pobrecito! Desventuras.
Se muere. Fin del idilio.

Mortal historia de amor

Ella, la triste princesa,
él, playboy y millonario,
tuvieron lo necesario
y harto más (menuda empresa).
¿Fue un complot? ¿Bajo la mesa
se nogoció el accidente?
Nadie sabe. Lo evidente
son el choque y los dos muertos:
Diana y Dodi. Los desiertos
se encuentran llenos de gente. 

Chingona historia de amor

Fue un amor de dos infantes,
atrevidos, inocentes;
cruzaron todos los puentes
(cada quien con sus amantes).
Fueron geniales, brillantes,
se atragantaron de vida,
gozaron la sed, la herida,
fueron de mármol y seda;
dos caras de una moneda
mexicana: Diego y Frida.

Leal historia de amor

Su marido se fue a Troya
(traiciones, guerra, caballo),
más de un príncipe vasallo
quiso robarse la joya.
Tormentas, Calipso, boya
perdida su barco fue,
pero Ulises —pasión, fe,
tejido, furia y venganza—
regresó y en la matanza
la honró. Él supo por qué.

Talonística historia de amor

Tetis, toda la hermosura,
supo que, al volverse madre,
«más poder que el de su padre»
tendría su hijo, ¡qué usura!
Por superar esa oscura
predicción logró Peleo
convencerla y el deseo
produjo a Aquiles, el Pélida.
Lo mató la suerte gélida
del talón. Fin del paseo.

Persefónica historia de amor

Démeter era su madre
—la de los frutos y flores—
sin maridos ni señores
reinaban —ojo al encuadre—.
El hermano de su padre
—sin Hades no existe infierno—
la raptó y Hermes —tan tierno—
la salvo —pero no tanto—.
Perséfono vuelve al llanto
del tártaro en el invierno.

Hermafrodítica historia de amor

Salmacis y Hermafrodito
no se amaron. Fue el deseo
de la ninfa —su trofeo—
lo que dio origen al mito.
Él huía, pegó el grito
la mujer —bella ladrona—
pidio al Olimpo encerrona.
Los dioses, por complacerla,
juntaron sus —pez y perla—
sexos en una persona.

Filemónica historia de amor

Zéus supo que eran buenos
y que juntos, en la vida,
les daban la bienvenida
—sin doblez— a los ajenos.
El dios de todos los truenos
fue de aquella casa noble
huésped. Por el amor doble
de Baucis y Filemón,
él eternizó su unión
haciéndolos tilo y roble.

Anfitriónica historia de amor

Alcmena pidió venganza
para darse en matrimonio
y Anfitrión —¡pobre demonio!—
marchó cargando su lanza.
Vencedor, rápido avanza
para hacerla su mujer,
mas Zéus, con el poder
de ser dios, se adelantó
disfrazado. «Seré yo
lluvia de amor y placer».

Catrínica historia de amor

La muerte, doña Catrina,
caminaba —sin cuidado—
por el sendero olvidado
tras la piel de la neblina.
Siguió andando, peregrina,
sin angustias; de repente,
vio el rostro de un inocente,
se detuvo —enamorada—;
se marchó —sin llevar nada—
feliz, silenciosamente.