lunes, 31 de diciembre de 2007

Un año más se termina

Un año más se termina
entre escándalos y muertes;
una vez más son los fuertes
los que imponen su rutina.
La parca, vieja asesina,
se ha aliado con los bandidos;
traiciones, sueños perdidos,
bombas, granadas, metrallas;
un año más de batallas,
postergaciones y olvidos.

Perseveran los tiranos,
las guerras siguen constantes,
dominan los dominantes
se traicionan los hermanos.
Fanáticos y paganos
matan por o contra Dios,
los hombres son dominós
que caen, uno por uno,
cualquier muerto es oportuno
y a nadie le causa tos.

Estamos acostumbrados
a ver en el noticiero
que como en un avispero
cien mueren carbonizados.
Abundan los atentados,
se multiplican suicidas
y las hordas homicidas
en nombre de cualquier cosa
cumplen con la dolorosa
misión de incendiar las vidas.

Matan a gente sencilla,
asesinan dirigentes,
bombardean prepotentes
sin náuseas ni mascarilla.
Cada cual con su pandilla,
con su bando, con su banda,
cada cual por su demanda,
por su exigencia, su grito,
justifica su delito
con discurso y propaganda.

No hay respeto a los humanos,
menos a los animales,
los mares son basurales,
los bosques se hacen pantanos.
Van hermanos contra hermanos
cortándose la garganta,
y la tevé sacrosanta
(siempre en vivo y en directo)
muestra escenas al respecto
y ya nada nos espanta.

Hemos perdido el asombro,
la muerte no nos molesta,
la vemos haciendo fiesta
y miramos sobre el hombro.
Ni el residuo ni el escombro,
ni la hiel ni la basura,
ni la cobarde impostura,
ni el crimen más repugnante,
afectan nuestro talante
o nos quitan compostura.

Mientras que no nos incumba
no deja de ser noticia
lejana. No nos propicia
más ni menos que una rumba.
Mientras que sea la tumba
del otro desconocido,
qué importa si un estallido
mató a cientos en Oriente,
entre tanto delincuente
pasa desapercibido.

¿Y el hambre, la enfermedad,
la miseria, la desgracia,
la injusticia, la autocracia
cobarde de la maldad?
Nadie con la realidad
quiere amargarse las fiestas;
las preguntas sin respuestas
quedarán porque este día
celebramos. ¡Alegría,
y que toquen las orquestas!

¿Un asesinato más?
¡No nos malogren la danza!
¿Una epidemia que avanza?
¡No nos quiten el compás!
¿Un tirano mandamás?
¡No estorben nuestra canción!
¿Una bomba, una traición,
una guerra, un genocidio?
¡No vengan con el fastidio
de arruinar el vacilón!

¿Quién quiere ser solidario
justo en mitad de la fiesta?
Siempre la tristeza apesta
y arruina nuestro vestuario.
Para el gesto humanitario
ya habrá ocasión, lo prometo,
mi corazón, en secreto,
se duele del mal de todos…
Pero hoy toca ver los modos
de mover el esqueleto.

Mañana seré más bueno,
se lo prometo a diosito,
el mundo será un bendito
lugar sin hambre ni trueno.
Mañana daré sereno
mi amor y mis posesiones,
combatiré las traiciones,
denunciaré al criminal,
cambiaré lo que está mal
y venceré tentaciones.

No es que sea un egoísta,
no es que sea indiferente,
no es que no importe la gente,
ni que sea un hedonista.
Pero la fiesta está lista,
¡compréndanme, por favor!
Mañana daré mi amor,
seré más bueno mañana
y hasta abriré mi ventana
para escuchar el dolor.

Un año más se termina,
renovaremos los votos,
ni bombas ni terremotos
cambiarán nuestra rutina.
Como la tragedia arruina
una sana digestión,
hoy bailaremos al son
de la orquesta “Nomeimporta”;
después de comer la torta,
¡nos pondremos corazón!