Nada como la familia 
—lo que somos, nuestra herencia 
los rumbos, la pertenencia, 
las armas y su vigilia—. 
La sangre nos reconcilia  
con el carácter. Los cielos  
(sean verdad o consuelos 
de nuestro miedo ancestral) 
son el azúcar, la sal 
y el alma de los abuelos. 
 
 
