miércoles, 19 de enero de 2011

Para un exilio dorado

¡Pobre Leila! Derrocada
(derrocado su marido)
tan rápido que ha podido
salvar solo una tajada.
Como una cosa de nada,
muy serena y con decoro,
le inoculó un indoloro
antídoto a su tragedia:
Una tonelada y media...
¡de algunos lingotes de oro!