Primero, rompe los huevos
(con perdón del auditorio),
que es inútil (y es notorio)
lo de conservarlos nuevos.
Después mezclar y, a relevos,
ponerles, pimienta, sal
y a la sartén. ¿Lo esencial
para un producto sabroso?
Dejar el centro jugoso,
que ese es el punto ideal.