Ella, doctora en sus tantos;
él, ingeniero en sus pocos;
fue verse y volverse locos
(para el horror de unos cuantos).
Guerra y paz, risas y llantos
(o sea, como cualquiera),
gozaron la primavera
(o el otoño, da lo mismo),
le dieron, sin egoísmo,
fin al miedo y a la espera.