Entre los que incendian todo
—los vándalos, los feroces—,
y los que silencian voces
y los que salpican lodo.
Vamos así, codo a codo,
del miedo a la insensatez;
andando sin lucidez,
para atrás, como el cangrejo,
por no ver en el espejo
nuestra propia estupidez.