martes, 25 de marzo de 2008

Vuelvo a andar este camino

Vuelvo a andar este camino,
regreso con entusiasmo
para romper el marasmo
torpe, cómplice, asesino.
Vuelvo como el libertino
señor de mi pensamiento,
opino sin miramiento,
y doy, sin pedir perdón,
mis razones, mi opinión,
mis voces y mi argumento.

Como se habrán dado cuenta
nuestro mundo sigue igual,
es decir, que sigue mal
entre la muerte y la afrenta.
La guerra, burda y violenta,
sigue matando en su enredo,
la muerte es el nuevo credo
de los muchos asesinos
que van sembrando caminos
con horrores y con miedo.

Conservan los dictadores
-de derechas y de izquierdas-
las mismas palabras lerdas,
los mismos malos olores.
Siguen los pocos señores
del mundo dictando normas,
y siguen las plataformas
del error marcando el paso
y el hombre va de fracaso
en fracaso y en mil formas.

El hambre sigue matando
a millones de inocentes
y siguen los indecentes
acumulando en su bando.
Sigue, siempre, el contrabando,
sigue la vieja emoción
de la sabida extorsión,
del arreglo y del chantaje,
sigue rigiendo el ultraje,
sigue libre la traición.

Siguen unos pocos malos
ganándole a muchos buenos,
los pillos siguen serenos
agrrándonos a palos.
Siguen, dinero y regalos,
comprando vida y conciencias,
siguen con las apariencias
convenciéndonos que todo
es cuestión de forma y modo
y nunca jamás de esencias.

Siguen los robos, las tranzas,
los golpes, la violaciones,
las palizas, los hampones,
los cuchillos y las lanzas.
Siguen las desesperanzas
adueñándose del mundo,
sigue el puerco siendo inmundo,
sigue malvado el perverso,
sigue el injusto universo,
siendo el horror más profundo.

Sigue la mafia en la muerte,
sigue la banda en su ley,
sigue el clan teniendo un rey,
sigue el dolor, seco y fuerte.
Sigue rifando su suerte
a la suerte, el bandolero,
sigue rigiendo el dinero
con su poder infinito,
siguen bruto y erudito
en manos del pistolero.

Pero no desesperemos,
no rindamos nuestra espada,
que no nos venda la nada
sus repugnantes extremos.
Si persisten los blasfemos,
si siguen los miserables,
no agachemos, despreciables,
nuestra cara de verguenza
que donde acaba comienza
la sed de los viejos sables.

No hay que rendir las banderas,
no hay que doblar las rodillas,
no hay que sentarse en las sillas
del cansancio y sus literas.
Hay que alzar las verdaderas
voces de valor al viento,
hay que unir el sentimiento,
el orgullo y el coraje,
y rendirle un homenaje
al bien, en este momento.

Porque el bueno sigue bueno,
y el leal sigue leal,
porque no ha vencido el mal,
ni todo es hiel o veneno.
Porque el valiente, sereno,
defiende el alma y el nido,
porque nada se ha perdido
mientras la lucha persista,
porque soy idealista
y soy El Entrometido.