Yo quise que me quisieras,
pero tú no me quisiste;
—caramba, ¡que estuve triste!—,
qué lejanas primaveras.
El desencanto y sus fieras
me aceptaron como amigo;
ya sin nadie de testigo,
llegamos hasta el invierno;
tú, un poema en mi cuaderno;
yo, con tanto amor de abrigo.