Ella que pinta de canas
la cabellera —desnuda—,
él que el tiempo marca y muda
de piel —que nunca las ganas—.
Una tarde —de esas vanas—
caminando junto al mar,
él que la vio —luz y altar—,
ella lo vio —magia y sueños—
y así —dos cuerpos sin dueños—
hallaron amor de amar.