La muerte, vieja asesina,
se mató desconsolada
después que ayer, la jornada,
la hartó de tanta rutina.
Matar cansa. Ser la ruina
le envenenó el apetito.
Mas Catrina, que oyó el grito
de: «¡No te vayas, cabrona!»,
se regresó hecha persona
para seguir con su rito.