Como el motor, como el timón o el freno
soy algo más de la carrocería;
mi existencia es sencilla, cada día
manejo un auto de otro, muy sereno.
Se olvidaron de mí, y eso es lo bueno,
porque en mi profesión la maestría
consiste en compartir la travesía
tan desapercibido como ajeno.
Yo sé de sus desvíos, sus atracos,
sus lugares prohibidos, su pasión
por otras blusas y por nuevos tacos.
Yo soy discreto, que mi profesión
-tras estos vidrios cínicos y opacos-
es solo ser chofer de mi patrón.