No les tengo piedad, asco tampoco,
son mi trabajo, yo los necesito
igual que ellos a mí. Cuando los grito
no es por malvada. Limpio baba y moco.
Ellos son mi futuro. Si los toco
su piel gastada nubla el infinito.
Pues son lo que seré yo les permito
sus vómitos y orines; pero poco.
Ya enterré como a diez. Respiran muerte,
se deshacen sin prisa entre mis manos;
se hace piltrafa el músculo más fuerte.
Recibo sobras, no seres humanos.
Soy la última carta, la sin suerte,
soy enfermera en un hogar de ancianos.