Llegan con uñas rotas, desgastadas,
que a fuerza de limar transformo en arte,
en seña, en tentación, en estandarte,
en alertas, abismos y carnadas.
Son manos que no han sido maltratadas
por el trabajo duro. En esta parte
de la ciudad el ocio es el baluarte
de estas mujeres frívolas y heladas.
Cuentan sus aventuras (sus fracasos
los cuentan las demás), son literales
y coloridas (como los payasos).
A veces me parecen animales
midiendo sus palabras y sus pasos
mientras pinto sus garras y puñales.