Mis clientes son todos los que, a oscuras,
viven bajo la luna y sus caminos,
ladrones, prostitutas, asesinos,
amantes de estas calles inseguras.
Guardianes de miserias e imposturas,
borrachos de probar todos los vinos,
camareros amables, torpes, finos,
gente de cuerpos secos y almas duras.
Yo no pregunto nada, yo manejo
con la cabeza alerta y con la vista
cuidándome la espalda en el espejo.
No hay ni piedad ni dios en la autopista;
conduzca bien quien quiera hacerse viejo
en este oficio estéril de taxista.