El dinero que presto nunca es mío
(que el mío es para mí -también el tuyo-)
mi bonanza, sin duda, la atribuyo
al interés que cobro cuando fío.
A los jefes de estado los engrío,
me piden crédito y les retribuyo
(son mis amigos y les doy "lo suyo").
Ellos tienen poder; yo, poderío.
A veces fallo con mis inversiones,
la deuda se hace inmensa y astronómica
y empiezan quiebras y liquidaciones.
Entonces (¡esta parte es la más cómica!)
los gobiernos me dan muchos millones
para "aliviar la crisis económica".