En Venezuela se le quiere poco,
por no decir que nada. Se le empuja
a la fogata infame de la bruja
o al rincón estrambótico del loco.
En Ecuador no halla lugar tampoco,
se le acusa de innoble y de granuja;
y en Bolivia de a golpes se le estruja,
le rompen lentes, cámaras y foco.
En Nicaragua la prefieren yerta
y en Argentina, con igual calibre,
la amenazan matar. ¡Qué suerte incierta!
Esos pobres muñecos de jengibre,
rabos de paja y mugre descubierta,
¡cómo le temen a la prensa libre!