Las armas son un mal -¿son necesarias?-;
también los militares -¿son precisos?-.
¿Se acabarán todos los paraísos
sin sus bombas fatales e incendiarias?
Parece que las fuerzas adversarias
y las fronteras y los compromisos
son condimentos para hervir los guisos
de las guerras idiotas y sectarias.
Ya sé, soy un ingenuo; los malvados
disfrutan de la sangre y su ritual
y es necesario estar bien preparados.
¿Cuál es, yo me pregunto, el tribunal
que decide virtudes y pecados
y quién es bueno y quién es criminal?