Podemos conversar de un y mil cosas,
de moda, de colores, de paisajes,
de mi blackberry, el chat y sus mensajes,
de casas, hipotecas y de esposas.
De personas notables y famosas,
de discursos, poemas y homenajes,
de ser un presidente y de los gajes
de este oficio de espinas y sin rosas.
Hablaremos también de la astronómica
deuda externa y de nuestra incompetencia
en esta inmensa crisis económica.
Pero eso sí, que quede esta advertencia:
En el club de "tenemos bomba atómica"
ya no hay lugar para la competencia.