Los políticos son de mala entraña
(hay excepciones, claro, pero pocas),
arrullan las mentiras en sus bocas
y viven de lo gris de la patraña.
De ellos nada me anima ni me extraña,
ni sus frases confusas y barrocas,
ni sus maneras lúbricas y locas,
ni su melosa y sucia telaraña.
En la traición encuentran su elemento,
viven de la carroña, tragan eses
y los excita el voto fraudulento.
Ven en el pueblo fábricas y reses,
y avivan el dolor y el sufrimiento
para saciar sus propios intereses.