No rindas el lugar porque mañana
pudiera contagiarse la victoria
de esa fiebre de arenas o de euforia
que deja sin cortinas la ventana.
A lo mejor la rabia se hace enana
o pierde la razón o la memoria,
a lo mejor se queda sin historia
la pena secular, vieja y pagana.
No importa si no hay más que la ceniza,
si todo se hace cal, ausencia y fuego,
si un triste dios escupe su ojeriza.
Aunque existir sea la luz de un ciego
y la vida un rencor y una paliza,
¡siempre es hermoso ser parte del juego!