martes, 3 de noviembre de 2009

Juventud

Que incendien la ciudad, si es necesario,
que se levanten sobre tantos miedos,
que rasguen sin asombro y con sus dedos
la piel que cubre ley o escapulario.

Que abracen el futuro, que lo diario
y lo común se ahoguen en sus puedos,
que corten -como al nudo- los enredos
que inventa el servicial y hospitalario.

Que revienten la aurora con colores,
que escupan su verdad a la virtud,
que no acaten maestros ni señores.

Que no acepten más fin que el ataúd,
que vivan al compás de sus furores,
que sean, para siempre, juventud.