No hay inocentes. El que vive ajeno
a la desgracia humana no pretenda
decir que no sabía. En la contienda
hay que escoger un bando y un terreno.
Que quede claro. Nunca un hombre bueno
puede encerrarse solo en su vivienda
bajo la excusa de evitar la senda
en donde todo es mal y todo es trueno.
Entre el canalla y el indiferente
no existen divergencias insalvables;
son dos orillas, pero un mismo puente.
Perdón. No quedan ya frases amables.
Ahora, cuando nadie es inocente,
apestamos a vísceras culpables.