Un lugar donde estar, por una tarde.
Un camino que andar, cuando se pueda.
Un regalo sin precio ni moneda.
Una manera de no ser cobarde.
Un gesto, sin temor y sin alarde.
Una banca, que salve la vereda.
Un gusano, también, pero de seda.
Un dios, que nos descubra y que nos guarde.
Amor. Felicidad. Sed. Compañía.
Abrazos, muslos, vértigos y labios.
Piedras que hieran la melancolía.
Reglas, compases, mapas y astrolabios,
para intentar la inútil travesía
que nos lleve a los mares de los sabios.