Yo fui uno más de aquellos engañados
que creyeron que sí, que era posible
vencer al egoísmo, ese invencible,
con mundos de hermandad apasionados.
El partido y el pueblo y los soldados
y la revolución y lo increíble
de acabar con el mal, ese insensible,
con corazones fieros y blindados.
Después lo descubrí. Las manos sucias,
la farsa, la ambición, el despotismo,
las mentiras tapadas con argucias.
Me repugnan traidor y fanatismo
y hoy sé que la mayor de las astucias
es querer ser mejor siendo uno mismo.