Seamos una vez justos y honestos,
qué hemos hecho de bien por los demás,
cuánto del para siempre o del jamás
fue más allá de nuestros manifiestos.
¿Cuántas veces colmados, indigestos,
pensamos en los otros, y detrás
de nuestras culpas fuimos al compás
de la justicia, falsos y dispuestos?
¿Cuántas veces, vestidos de turistas,
les hablamos de fe, de la esperanza,
con discursos fraguados, moralistas?
Nada cambiamos. Rota nuestra lanza,
ya sabemos, hermanos egoístas,
cuál será nuestro sitio en la matanza.