Abusan, roban, matan y sin freno,
los miserables, creen que lo atroz
es más fuerte, más alto y más veloz,
que el pueblo enorme, cálido y sereno.
Que no reclame nadie cuando el trueno
se decida, por fin, a alzar la voz;
después de tanto lobo, tan feroz,
no pretendan que el bueno siga bueno.
Gocen lo que les queda, mientras dure,
y no digan mañana que es delito
cuando el pueblo se yerga y se sature.
Que no reclame nadie cuando el grito
se convierta en el puño que triture
el mal, el hambre, la ignorancia, el mito.