Mi féisbuk se borró, ¡Dios!, ¡qué desgracia!
Nadie podrá saber cómo me siento,
¿y quién se enterará (y en el momento)
que soy amante de la democracia?
Sin féisbuk no soy nadie. La falacia
de la existencia incierta en la que cuento
lo más viscoso de mi pensamiento
ya no me quiere más, ¡qué contumacia!
¿Quién me podrá aliviar las soledades?
¿Con quién compartiré sed y ostracismo?
¿Quién me querrá creer barbarides?
¿Con quién he de jugar al idiotismo?
¿Qué habrá de ser de mí? ¿Mis ansiedades
serán la alternativa a mi egoísmo?